La **fiebre amarilla** suele generar preocupación entre los turistas que planean un viaje a África. ¿Qué causa esta enfermedad y qué tan grave puede ser? ¿Cómo evitarla y existe una vacuna? ¿Está toda África en riesgo o también hay casos en otras partes del mundo? En este artículo hemos reunido toda la información esencial sobre la fiebre amarilla.
¿Qué es la fiebre amarilla?
La fiebre amarilla es una enfermedad viral aguda que aparece en algunos países de África y Sudamérica. El virus se transmite a través de la picadura de ciertos mosquitos infectados. Recibe su nombre porque, en casos poco frecuentes, la enfermedad provoca una coloración amarillenta de la piel (ictericia).
Aunque la fiebre amarilla causa temor, en realidad es muy poco común que los viajeros la contraigan. El virus afecta principalmente a las personas que viven en los países donde la enfermedad es endémica. Según la OMS, existen 47 países con presencia del virus. Es importante saber que el 90 % de los casos se producen en el continente africano, al sur del Sáhara, especialmente en África Occidental y Central.
Esta distribución geográfica se explica por el origen del virus, o mejor dicho, por los insectos que lo transmiten: los mosquitos Aedes aegypti, reconocibles por sus puntos y rayas blancas en el cuerpo, conocidos también como mosquitos de la fiebre amarilla. Estos pequeños insectos pueden portar numerosos patógenos —más de 50 tipos de virus y varios parásitos peligrosos para animales—. En Sudamérica y Centroamérica, otras especies del género Haemagogus también pueden transmitir la fiebre amarilla.
Los mosquitos de la fiebre amarilla se originaron en África, pero fueron introducidos en Sudamérica y Centroamérica durante el período del comercio de esclavos. En Asia existe una especie emparentada, aunque no transmite la fiebre amarilla. Lo preocupante es que, con el calentamiento global, los mosquitos vectores están ampliando su área de distribución, y ya se han registrado avistamientos en Estados Unidos y en zonas cercanas a Europa, como Turquía y el sur de Francia. Este es otro de los efectos negativos del cambio climático mundial.
Desde 2017 está en marcha la estrategia “Eliminar las epidemias de fiebre amarilla” (EYE, por sus siglas en inglés), coordinada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización (GAVI). El objetivo de esta iniciativa, que reúne a cuarenta países, es vigilar los casos de fiebre amarilla y responder rápidamente ante los brotes, para evitar que la enfermedad se propague a escala global.
Síntomas de la fiebre amarilla
Para detectar la enfermedad con rapidez, es fundamental saber reconocer sus síntomas, preferiblemente en las primeras fases. Sin embargo, con la fiebre amarilla esto no siempre es sencillo. La mayoría de las personas que son picadas por un mosquito infectado no presentan síntomas evidentes y se recuperan rápidamente sin complicaciones. Por cierto, quien ha tenido fiebre amarilla una vez queda inmunizado de por vida.
En otros casos, la enfermedad puede manifestarse de forma más evidente, aunque normalmente comienza con síntomas leves, lo que también dificulta su diagnóstico.
La forma leve de la enfermedad
Si aparecen síntomas, suelen manifestarse entre 3 y 6 días después del contacto con el virus. Los síntomas iniciales de la fiebre amarilla incluyen fiebre, dolor de cabeza, dolor de espalda y muscular generalizado, debilidad, fatiga rápida y pérdida de apetito. En algunos casos también se presentan náuseas y vómitos. Con síntomas tan generales, es difícil comprender qué ocurre exactamente en el organismo.
A veces, un análisis de sangre puede ayudar a identificar la fiebre amarilla. Pero en la mayoría de los casos no llega a ser necesario, ya que la enfermedad remite por sí sola. Generalmente, la persona se recupera por completo en una semana, o incluso antes, en 3 o 4 días. No obstante, en algunos pacientes el proceso se prolonga y puede quedar una sensación de cansancio durante algunos meses, aunque finalmente el cuerpo logra vencer el virus por sí mismo.
Sin embargo, lo engañoso de la fiebre amarilla es que, en una pequeña proporción de los infectados, parece que llega la recuperación tras el primer día y los síntomas iniciales desaparecen… pero luego se produce un empeoramiento repentino.
La forma grave de la fiebre amarilla
En alrededor del 15 % de los casos, tras la desaparición de los síntomas leves, la enfermedad regresa con toda su fuerza. La temperatura aumenta bruscamente, aparece dolor abdominal y, en ocasiones, ictericia: la piel y el blanco de los ojos se vuelven amarillos. En esta fase, los órganos internos, sobre todo el hígado y los riñones, se ven afectados, lo que puede notarse por el oscurecimiento de la orina.
Lo más grave que puede ocurrir es una hemorragia interna. Los síntomas de este proceso incluyen la presencia de sangre en las secreciones del cuerpo —por la boca, la nariz, los ojos o los oídos— y también en las heces. Los sistemas de los órganos internos entran en shock, y con frecuencia el cuerpo no logra recuperarse. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, entre el 30 % y el 60 % de las personas que llegan a la fase grave de la fiebre amarilla fallecen.
¿Cuál es la causa de la fiebre amarilla?
¿Qué origina esta enfermedad tropical? Su agente causante es un virus llamado Viscerophilus tropicus. Pertenece al grupo de los flavivirus, un conjunto de 53 virus que afectan a aves y mamíferos, incluidos los seres humanos. Todos los flavivirus se transmiten por mosquitos o garrapatas. Aunque provocan distintas enfermedades en todo el mundo, el grupo recibió su nombre a partir de la fiebre amarilla: flavus, en latín, significa “amarillo”.
Este virus circula entre poblaciones de primates, y como los humanos también formamos parte de este grupo, puede afectarnos igualmente. Para que el virus pase de una persona a otra se necesitan vectores, y esa función la desempeñan los mosquitos. Además del conocido y más común Aedes aegypti, existen otras especies como Aedes africanus, y varias especies propias de Sudamérica que también pueden transmitir el virus. Estas últimas no pertenecen al género Aedes, sino a los géneros Haemagogus y Sabethes, y suponen un riesgo especialmente para los primates no humanos.
Es la hembra del mosquito Aedes aegypti la que transmite el virus. Cuando succiona la sangre de una persona o de un mono infectado, adquiere el virus de la fiebre amarilla y luego lo transmite a su siguiente víctima a través de la saliva. Estos mosquitos también pueden transferir el virus a sus larvas, por lo que las nuevas generaciones nacen ya infectadas y se convierten en portadoras desde el inicio de su vida.
El virus no se transmite directamente de persona a persona, ni tampoco entre monos y humanos. Por lo tanto, no hay motivo para temer a quienes hayan tenido fiebre amarilla, ya que no pueden contagiar a otros.
El virus de la fiebre amarilla presenta tres ciclos de transmisión: selvático (sylvatic), intermedio (sabana) y urbano, clasificados según el entorno en el que se propaga.
En el ciclo selvático, la fiebre amarilla se transmite entre monos que habitan las selvas tropicales húmedas. Las personas pueden infectarse si trabajan o pasan tiempo en la jungla. Este tipo de transmisión es el único presente en Sudamérica, razón por la cual solo el 10 % de los casos mundiales de fiebre amarilla se registran en ese continente.
¿Quiénes corren riesgo de contraer la fiebre amarilla?
Las personas que viven en África Occidental y Central son las más expuestas. Debido a la falta de estadísticas confiables en varios de estos países, no existen cifras precisas ni una imagen completa de la prevalencia de la enfermedad. Por ello, los especialistas de la OMS elaboran estimaciones mediante modelos. Por ejemplo, se calcula que en 2013 entre 84.000 y 170.000 africanos pudieron haber desarrollado la forma grave de la enfermedad, y entre 29.000 y 60.000 habrían fallecido.
Los países con alto riesgo de infección en todo su territorio incluyen:
Cabo Verde, Senegal, Guinea-Bisáu, Gambia, Guinea, Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, Burkina Faso, Ghana, Togo, Benín, Nigeria, Camerún, Guinea Ecuatorial, Gabón, República del Congo, República Democrática del Congo, Santo Tomé y Príncipe, Angola, República Centroafricana, Sudán del Sur, Uganda y Burundi.
También existen países con riesgo limitado a ciertas regiones, como Mauritania, Malí, Níger, Chad, Sudán, Etiopía y Kenia.
Antes de viajar a cualquiera de estos países, el CDC de EE. UU. recomienda vacunarse contra la fiebre amarilla.
Varios países vecinos no registran fiebre amarilla, y sus ministerios de salud aplican medidas preventivas para mantener esa condición. Una de ellas es exigir un certificado de vacunación a los ciudadanos de países endémicos o a turistas que hayan transitado por esas zonas durante un periodo prolongado.
Si vuelas directamente a estos países, no es necesario vacunarte, aunque conviene conocer cuáles son:
Eritrea, Yibuti, Somalia, Ruanda, Tanzania y Zambia.
En cuanto a Sudamérica y las regiones cercanas, el grupo de riesgo incluye a los habitantes de: Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Argentina, Brasil, Venezuela, Trinidad y Tobago, Guyana, Surinam y la Guayana Francesa.
También se recomienda la vacunación para los viajeros que se dirijan a cualquiera de estos países. Sin embargo, no todas las regiones de ellos presentan presencia de mosquitos transmisores.
Por ejemplo, en Argentina, el riesgo de infección se limita a una pequeña zona del norte del país.
Hace entre 150 y 350 años, la fiebre amarilla era conocida principalmente como una enfermedad de los marineros, llamada “Yellow Jack” o “black vomit” (“vómito negro”). Ocasionalmente, llegaba a Norteamérica y Europa, provocando brotes epidémicos.
En aquella época, las causas de la enfermedad aún no se comprendían. Los médicos no sabían que se trataba de una infección viral transmitida por mosquitos; este descubrimiento no se hizo hasta la segunda mitad del siglo XIX.
Hoy en día, la lucha contra la fiebre amarilla se lleva a cabo tanto a nivel nacional como mundial, centrándose principalmente en la prevención de la enfermedad.
¿Cómo se trata la fiebre amarilla?
Lamentablemente, no existe un tratamiento específico para las enfermedades causadas por flavivirus, y la fiebre amarilla no es una excepción. No hay medicamentos ni terapias capaces de eliminar el virus. Lo mismo ocurre con la encefalitis transmitida por garrapatas, la encefalitis japonesa, el dengue y la fiebre del Nilo Occidental.
Si el estado del paciente empeora, puede requerir hospitalización. En ese caso, los médicos aplican un tratamiento sintomático para ayudar al organismo a combatir el virus. Suele incluir medidas para reducir la fiebre, evitar la deshidratación, y tratar el fallo hepático o renal, además de aliviar el dolor.
A las personas con fiebre amarilla se les recomienda descansar y beber abundante agua.
La prevención se considera la forma más eficaz de evitar la fiebre amarilla.
¿Cómo prevenir la fiebre amarilla?
Aquí no entraremos en detalle sobre las medidas adoptadas por los países y las organizaciones internacionales. Estas incluyen programas nacionales de vacunación y control de los mosquitos vectores. Son métodos eficaces, pero solo viables en países con recursos suficientes para invertir en salud pública.
En cambio, muchos países africanos necesitan ayuda externa, por lo que los viajeros deben centrarse en medidas de prevención individuales.
Vacuna
La forma más segura de protegerse es vacunarse contra la fiebre amarilla. La vacuna se desarrolló en 1937, a partir de una cepa atenuada del virus. Está considerada segura, con efectos secundarios leves. Además, es fácil de conseguir y bastante económica.
La inyección se aplica en el músculo deltoide del hombro. El medicamento empieza a actuar sobre el sistema inmunitario, y a los 10 días se desarrolla una resistencia estable al virus. A partir de ese momento, el certificado de vacunación se considera válido y lo seguirá siendo para toda la vida. Una sola dosis es suficiente para generar inmunidad permanente.
La vacunación está recomendada para todas las personas que viajen a países donde la fiebre amarilla es endémica. Se considera que las personas no originarias de África tropical o Sudamérica tienen más riesgo de padecer la forma grave de la enfermedad que los habitantes locales de esas regiones.
Protección contra las picaduras de mosquitos
Tanto la OMS como los CDC de EE. UU. consideran que las medidas preventivas son muy eficaces frente a las enfermedades transmitidas por mosquitos. Son fáciles de aplicar para cualquier persona que viaje a zonas de riesgo.
Las principales medidas de prevención son:
- Usar repelentes de insectos.
- Vestir pantalones largos y camisetas de manga larga.
- Alojarse en hoteles con mosquiteras en las ventanas o con aire acondicionado.
- Dormir bajo una mosquitera.
Los mosquitos suelen salir a picar por la tarde y durante la noche, aunque el Aedes aegypti también está activo de día. Por eso, conviene protegerse en todo momento.
Son eficaces contra los insectos los productos que contienen DEET (dietiltoluamida), icaridina (picaridina), aceite esencial de eucalipto limón, paramentandiol o 2-undecanona, y IR3535. Estos ingredientes repelen garrapatas y mosquitos en cualquier parte del mundo. Si utilizas protector solar, aplica el repelente sobre la piel expuesta después de la crema.
Los pantalones, calcetines y prendas de manga larga suelen ofrecer una buena protección, pero los mosquitos pueden picar a través de telas finas. Por eso, es recomendable rociar la ropa con permetrina, un insecticida que sigue siendo eficaz incluso después de varios lavados. Solo recuerda no aplicarlo directamente sobre la piel.
También puedes tratar las mosquiteras con permetrina. En África son muy comunes y se encuentran en casi todos los hoteles. A veces están colgadas del techo sobre la cama, y otras, adoptan una forma más decorativa, como un dosel. Si prefieres llevar la tuya, puedes comprar una mosquitera propia y viajar con ella sin preocuparte por las condiciones del alojamiento.
Al elegirla, ten en cuenta estas recomendaciones: debe ser compacta, blanca, de forma rectangular y tener 156 orificios por pulgada cuadrada.
10 datos sobre la fiebre amarilla
Para resumir, aquí tienes los 10 datos principales sobre la fiebre amarilla:
1. La fiebre amarilla está causada por un virus transmitido por mosquitos hembra infectados de ciertas especies. Los humanos y otros primates pueden contraerla. No se transmite de persona a persona.
2. La vacuna contra la fiebre amarilla consiste en una sola dosis que ofrece protección de por vida. Se aplica en el hombro, y la inmunidad se desarrolla en 10 días.
3. La enfermedad es común solo en algunos países de África y Sudamérica.
4. En el 90 % de los casos, las personas infectadas no sufren complicaciones graves y se recuperan completamente en 3 o 4 días.
5. Los primeros síntomas son fiebre, dolor de cabeza, dolores musculares, pérdida de apetito, vómitos y sensación general de debilidad. Suelen aparecer entre 3 y 6 días después de la infección.
6. La ictericia (color amarillento en la piel y los ojos), el sangrado por la nariz, la boca, los ojos o los oídos, el vómito con sangre o la presencia de sangre en las heces son síntomas graves. Aparecen en torno al 15 % de los casos, y hasta la mitad de los pacientes en fase grave mueren en una semana.
7. Además de la vacunación, las mejores medidas preventivas incluyen el control de mosquitos y la autoprotección: eliminar zonas de cría, usar repelentes, colocar mosquiteras en ventanas y camas, y llevar ropa que cubra brazos y piernas.
8. Los habitantes de 47 países de África, Sudamérica y Centroamérica están en riesgo de infección.
9. Los países vecinos de las zonas endémicas exigen un certificado de vacunación para entrar.
10. Los viajeros procedentes de países no endémicos rara vez contraen la fiebre amarilla.
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